En estos días anda cursando un proyecto de ley en el Congreso Nacional que aúpa la creación del museo de la dictadura, tomando como base algunas edificaciones que fueron propiedad del dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina. Uno de los argumentos que esgrimen es el ejemplo de los museos conmemorativos al extermedio a los judíos por parte de los nazis. Dicen los sustentantes del proyecto de ley que esto ayudará a evitar el olvido de esa era oprobiosa, así como nadie olvida el holocausto. Sin embargo, no hay nadie en el mundo que se atreva a aupar a Hittler públicamente ni admirar su obra, ni tampoco decir que él es el padre del estado moderno alemán.
Ahora bien, a quienes detractan este proyecto, valdría la pena preguntarles si son asiduos visitantes del museo a las Hermanas Mirabal. Por su parte, a los abanderados de este intento hay que cuestionarles si están dispuestos, con ese mismo ahínco, a proponer un tribunal que juzge la participación de muchos secuases de Trujillo en los crímenes de esa época. El dictador fue terrible, dantesco, pero, al igual que Adolf Hittler, tuvo sus compinches.
Por lo antes expuesto, aplaudo la creación del museo de la dictadura, pero también pongamos en un tribunal con consecuencias históricas, responsabilidad penal y civil y con indemnizaciones hacia las víctimas de ese oneroso recuerdo que vive latente en la psiquis de la sociedad dominicana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario