Recordemos cuando fue derrocado el presidente Zelaya, de Honduras. La comunidad internacional se volcó exigiendo la restitución del mandatario, más no así los hondureños. Los reclamos fueron omitidos, se celebraron elecciones y un gobierno nuevo se instaló. No valieron los pataleos y poco a poco habrá que ir aceptando sus autoridades.
A Hugo Chávez, de Venezuela, se le ha intentado derrocar varias veces, llegando incluso a secuestrarlo. Sin embargo, el mismo pueblo venezolano reclamó su restitución y debió ser repuesto.
Algo similar pasó con Rafael Correa en Ecuador. Se quiso aprovechar una crisis y hubo una intentona de derrocamiento, pero los ciudadanos se manifestaron a favor de su presidente y no hubo mayores consecuencias.
En la actualidad, Haití está viviendo un momento en que su situación no podría ser más delicada. Unas elecciones en las que nadie cree, y para agravar la situación, su antiguo dictador pisa suelo haitiano. Ya se observan las manifestaciones a favor de esa figura tan funesta en la historia de ese empobrecido país. Muchos han llegado a manifestar que Haití solo puede ser dominado por un gobierno de mano dura, y la experiencia y más de 60.000 muertos nos dicen que los Duvalier están dispuestos a usar dicha dureza de mano.
Los norteamericanos nos heredaron a Trujillo, luego de una invasión. Después, nos instalaron a Balaguer, a raiz de la segunda intervención yanqui en República Dominicana. Veremos el reinicio de la era Duvalier en Haití, luego de esta fallida intervensión?
Estados Unidos sabe que no cumplió su cometido en Haití y puede ser que piensan que la manera más expedita para salirse de ese atolladero es instalar algo que un pueblo deseperado está pidiendo: alguien que le ofrezca una supuesta seguridad. Están haciendo un tubo de ensayo para saber si el retorno a las dictaduras de derecha es la alternativa a la tendencia hacia la izquierda que se está presentando en la región.
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