La muerte a tiros de Orlando Jorge Mera debe provocar una profunda reflexión en la sociedad dominicana. Ahí se mezclan una serie de factores a los cuales es evidente que debemos ponerle atención de forma inmediata.
Independientemente de las razones que motivaron este infausto atentado, podemos identificar dos debilidades, ambas de orden público.
Una debilidad es la falta de seguridad en las instituciones públicas. Cuando se trata de que a una oficina acceda una persona sin influencias, a ese se le dificulta la entrada, y no se diga de la imposibilidad de entrar armado a ninguna oficina pública. Sin embargo, cuando se trata de un amigo de algún funcionario o una figura con reconocimiento social, estas medidas se relajan y no hay restricciones ante esos personajes, lo cual desemboca en acciones de esta índole.
Una segunda debilidad es la escasa inteligencia emocional de la cual adolece gran parte de los seres humanos. A la luz de la lógica, no tiene cabida que una persona que goce de la confianza y del cariño de alguien, agreda a tal punto que le quite la vida a quien le prodiga sentimientos de afectos y consideración. Si el matador de Orlando Jorge Mera hubiera tenido inteligencia emocional, hoy no estaríamos lamentando la desaparición física de un gran ser humano.
Queda pendiente en la sociedad dominicana elaborar una estrategia de seguridad efectiva en las instituciones públicas, libre de amiguismos y favoritismos y, sobre todo, estimular el desarrollo de inteligencia emocional en las personas que cohabitamos este terruño.
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