miércoles, 28 de agosto de 2013

Parece que estoy mal

En esto días de asueto forzado, debido a un esguince que me tiene recluido en la casa, he tenido tiempo para conversar con las mas diversas personas y reflexionar sobre lo conversado. He hablado de literatura, cine, pintura, fotografía, de política.  Inclusive, he hablado de religión.  Digo "inclusive" porque no me gusta discutir sobre este tema, ya que el fanatismo está presente en muchas personas y si el otro tiene sus convicciones, yo no trato de cambiarlas y casi siempre pretenden cambiar las mías, lo cual es muy difícil.

Alguien me ha dicho que "debo tener una experiencia cercana con el Señor".  A experiencia cercana se refieren a algo que remueva mi vida.  Algo que me haga cambiar completamente mi manera de pensar y de actuar... como a ellos les pasó.  Analizar las causas de cómo era su vida antes de esa "experiencia cercana" resulta interesante.  Porque la mayoría de ellos llevaba una vida licenciosa, entregada al pecado, al derroche, a la vida mundana, a un hedonismo radical, y algunos hasta al crimen.  Entonces, esa "experiencia cercana" le hizo cambiar de vida.  Los convirtió a ser como una persona normal, que hace el bien y que lleva la palabra de Dios.  

Es satisfactorio que a estas personas Dios les haya cambiado la vida y los encauce por un camino correcto a los ojos del Señor y a los ojos de la sociedad.  Pero quisiera preguntarles algo: Quién le dijo a usted que puede venir a decirme a mi que debo tener una "experiencia cercana con Dios"? Yo, que he vivido dentro de la normalidad no necesito que usted, antiguo mal viviente, me venga a predicar.  Su experiencia de vida no es la mía.  Usted está marcado por una vida licenciosa y pecaminosa.  Yo no lo estoy.  Usted le debe a la sociedad sus desmanes e inconductas.  Yo no.  Vaya a predicarle su cristianismo light a quienes, como en su pasado, viven una vida de pecado.  A mi no. Yo le acepto como amigo porque ya no es la persona que era.  Pero no pretenda que por haber cambiado de vida, tiene usted el derecho de querer cambiar mis creencias.  Unas creencias que me han llevado a tener una vida dentro de las leyes divinas. Que he pecado? Si... Pero nada comparado con su vida.

Parece que estoy mal... parece que soy soberbio.  Pero llamemos al pan, pan y al vino, vino.   

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